Cuando en 1963 apareció el primer álbum de los Beatles, Please, Please Me (traducido inexplicablemente en nuestro país como “Por Favor, Yo” en lugar de “Por favor, satisfáceme o compláceme”) el mundo musical paró la oreja por varios motivos y uno de ellos fue que estos hasta hacía poco ignotos muchachos ingleses de provincia se atrevían a componer más de media docena de canciones en su primer larga duración, algo muy poco común en esa época en que los conjuntos grababan los temas que les traía el productor asignado por su grabadora.
Pronto al sagaz mánager de los Beatles, Brian Epstein, se le dibujaron dos signos Libra en los ojos. Epstein a esta altura ya estaba manejando a otros conjuntos de Liverpool y alrededores a través de su compañía NEMS Enterprises y todos estos artistas ya habían conseguido un contrato de grabación con mero roce que les daba ser manejados por el mánager de los Beatles. A Brian se le ocurrió una brillante idea: ¿Por qué no convencer a sus muchachos maravilla, John Lennon y Paul McCartney de escribir algunas cancioncitas para sus colegas? Y como Lennon y McCartney atravesaban por una etapa inusualmente prolífica de sus respectivas carreras autorales le dijeron que sí y el resultado fue una larga seguidilla de canciones que los Beatles nunca editaron oficialmente durante su carrera, pero que sí registraron varios de sus contemporáneos.
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