miércoles, 28 de abril de 2010
lunes, 26 de abril de 2010
¿Cuanto te pagan por izar la bandera?
Somos el miedo de los gobiernos que mienten en nombre de la verdad. El miedo del poder militar, económico y jurídico que impide la comunicación humana de pueblo a pueblo.
Somos el miedo de la soberanía de los piratas del mundo que mutilan el estado de ánimo e impiden las emociones reveladoras.
Somos el miedo del poder de los déspotas que reside en mecanismos impersonales. El miedo de las estructuras burocráticas que desalientan las conductas exploratorias. El miedo de las grandes fortunas que se robaron de los derechos naturales. El miedo de los centros de poder que amenazan con la destrucción total. El de esos varones sensatos y "prácticos" que desean dejar su huella en la historia y creen solamente en lo que pueden forzar y controlar.
Somos el miedo de quienes nos adiestran a ser corteses cuando alguna institución nos pisotea. El miedo de quienes temen a los cambios pues su status depende de la rutina y del tiempo de otras personas. El miedo de las tecnologías caprichosas que nos obligan a valorarlas adoptando siempre sus supuestos básicos.
Somos el viejísimo miedo agazapado en todos los rincones del Imperio y estamos encantados ¡encantados!
El delito americano II
El camión-tanque crujió y perdió tres gotas que resbalaron y formaron una sola. Luego, tras la explosión apagada pero pavorosa, se desmembró en varias sorpresas. Dos mil litros de material coreano se volcaron graciosamente sobre el paisaje. El público casi aplaude cuando la cabina del camión arrasó un salón de baile. La cabeza del conductor paso de mano en mano para que todos pudieran ver y discutir. Le quitaron el casco y una rosa mucilaginosa adquirió reputación. En contra de todas las reglas de los primeros auxilios, un gordo la tomó en sus manos y le abofeteó. Pero con dos mil litros de material coreano, a tan servicial señor se le durmió la lengua y perdió casi toda la materia. Curiosamente la piel fue lo último que se consumió. Los restos más reconocibles fueron un par de brazos cremosos que parecían decir: ¡creo que nos hemos metido en problemas!
¡Qué modo de ganarnos la vida! (dicho con la admiración con que observaríamos el paso de una fragata). Somos una pandilla de homicidas extraños. Un polen irritante. Un susurro que se escucha con claridad. Así vamos, tambaleando en peligro como tramoyistas borrachos. Además somos gente muy ocupada.
¡Qué modo de ganarme la vida! (dicho mientras asisto a un curso de gesticulación para italianos). Sentado, recuperando el aliento frente a diagramas florales y una ola de vulgaridad extendida. Un historial de ocho intentos de suicidio. En términos elegantes, me refiero a que estoy algo chiflado. Ocho intentos. ¡No siempre se puede ganar!
¡Qué modo de ganarnos la vida! (dicho entre algunas escenas de pánico que no establecen nuevas marcas). Esta es una guerra aburrida en la que enterrar un receptor en la arena es toda una anécdota.
Soy otro. Uno que usa el pecado solitario para eyacular en coitos clitóricos educadores. Y muerdo pezones y consigo jugosos contratos para mis bolas (¡mis desordenadas bolas cristianas!). Acepto tanto la bofetada ninfómana que amorata mi manantial de vida como el apetito que enfurece mis órganos con una cópula carnal revuelta. Me cruzo en euforia adulterina con descorazonandos de genitales olorosos. Hago mimos en el conducto roto de mi amante mesalínica (adquiero prótesis que me ayudan a querer más de lo normal) y abuso de la sangre con sevicia, en la plena efervescencia mojigata de mis erecciones endurecidas como concreto. ¡Cómo de todos los frutos locos!
EI último paso del delito es conocer dichos campesinos. Nada de vulgaridad, todo bajo la protección de la bóveda craneana. No una cualquiera sino una con campo vivo que trabaja para el gobierno. Permutaciones anagramáticas, sinopsis fílmicas en la mente, protegidas con sabiduría popular y aspecto de místico armenio.
Y un paso más todavía... luces de taxi-metedrina que hinchan la cara y el pulso late y gruñe como un demonio angustiado. Miligramo tras miligramo. Una escupida en el ojo de la experiencia. El organismo descontrolado, la cara demudada en una oleada de aflicción. Librium-trago largo más taxi-metedrina. Luces en la fibra que prepara otro pico. Miligramo tras miligramo, una gran piara de cerdos asaltan. do la vena de coloración azulada, mientras los tendones suplican y silban como cables. El instante sobrecogedor, merecido y luego la flatulencia acostumbrada avisando el colapso cardíaco. Arterias temblando. Parada en seco. El coma en taxi. La buena vida sin gestos lentos, con el pulso brusco expulsando la piedad gradualmente, respirando mientras se tejen fantasías con la vena y se desenrosca toda la cólera posible al masturbarse con el émbolo. Estirar el momento amenazadoramente. Reír con ternura poniéndose colorado y llegar al berrido de novillo y al vomito borbotón. Estremecido, desorbitado, macho descarnado de huesos blandos. Electricidad, paroxismo y sangre bailarina chorreando por el codo. Un escaso minuto hijo de puta. Unos pocos goteos de acero fundido, bajo las luces que ahora huyen de la habitación.
La prensa tiene mucho que decir después del anuncio de los Seguidores de Jesús. He aquí algo de ello: El quiosco chino se caracteriza por su mercadería arremolinada. Nada de sentimentalismos ingenuos. Nada de evangelistas callejeros ni entusiasmos juveniles. Nadie puede ya ponerse al frente de los jóvenes ni reclutarlos. Nos gustaría que la realidad fuera otra pero la verdad dice así: desfilan millones en un despertar pragmático. De escuela en escuela, para que otros escuchen su llamado. "Siete millones de jóvenes fueron a pie por el país para asegurar que el mundo va a seguir siendo peligroso, con una proclama que juzga el futuro empleando las visiones de los tristemente celebres tres tigres. Desde el punto de vista práctico, Jesús ama a los más hábiles de entre sus tigres. Al que pasa su Caja de la India e inunda de píldoras las mesas de negociaciones. Y ama también a los obreros paquidermos que aseguran el éxito de la neo-conciencia". El cuadro concluye con los jóvenes de ojos oblicuos cabalgando sobre esta monstruosidad y obsequiando las claves a un reverendo educado en California. Un desconocido que oficia con una imponente Caja de la India repleta de pirámides lisérgicas y anuncia el número más sensacional, el bautismo en masa de los jóvenes negociadores del quiosco chino. ¡AMÉN!
Pegar primero, hace más jugosos los negocios. Isaac el loco hierve en la noche mexicana. Hierve con naturalidad. Dos manzanas unidas por el cabo compran cualquier culo, mis mariachis. Dos manzanas siamesas pagan una invasión. Paquita va a ser "hormigueada", es lo que dije, y la muchacha ya está en la gloria. Tiene nombre y apellido en el cielo. Y nada de documentos gringos. Ni fotografías con cara de luna india. Todo debe resumirse a los aullidos en la valla electrificada. Una muestra del viejo México ha protestado a los gringos usando una puta cara de luna. La rutilante espía de corta vida. Esto no va a ser el paraíso ahora. Los mismos negocios gringos de pegar primero, etc. Mas saltar la valla eléctrica, etc. y cruzar el Río Grande lo antes posible, etc., etc. y ponerse unos piojos negros en los sobacos para que los documentos sean falsos y contar la tristeza que brota del mundo, rasgando la guitarra latina. El folklore gángster de la boca quebrada y la buena vida entre labios caprichosos que cantan "La Cucaracha".
Danzamos como monos embusteros. Monos mentirosos que tragan golosinas que son un fraude. Pastelillos de ficción vuelven como nieve. Masitas y macacos de ficción. Cremas ricas para el particular encanto de los monos que hablan. Caramelo engañoso temerariamente entrelazado. Simios reposteros creando supersticiones delicadas y refinadas.
Quiero conocer las presuntuosas fantasías del mundo. Pasearme entre las sepulturas de todas las teorías y entender los melosos oradores que afirman que la Tierra ha vuelto a ser el centro del Universo. Caminaré sin cuidado. De cualquier manera sólo los fuertes sobreviven. Es de esperar que mis pequeños peces tropicales queden fuera de esta ley trágica. Algunos están enfermos, con hongos en la boca y de sus colores sólo queda una bata vieja. Peces preciosos con ictiotirosis. Las aletas poco rectas y la cola floja. Manchitas blancas concluyentes. Un rápido inventario. Lívidos, electricidad consumida en formar un conjunto heterogéneo entre colores brillantes y cuerpos fríos y rígidos que casi flotan por sus bordes hinchados. Sobrevivir en el centro del Universo va a ser una dura cosa. Si al menos siguiera siendo un asunto ético...
Todo parece accidental. Los hechos son aceptados con la frigidez de una concertista da cello. La destrucción del Archivo Vaticano de "Cortile della Pigna", al asesinato da famosos baladistas cuyas piernas aparecen surcadas por cordones azulados de franco relieve. Hemos asistido a la última piedra de la Esfinge y a la última tortura y emprendido una cacería genética. La parte más inconveniente es que cuando uno encuentra el animal, éste lo mata a uno.
¿Tengo tiempo de preparar mi lengua para hablar? ¿El tiempo al menos que una calavera tarda en llenarse de tierra? El informe médico dice que fui afectado por el gas. Yo digo que es mi seguro contra la nostalgia que se completa con una ducha fría y saludable. Soy un chasco, un platelminto groggie insobornable como la concentración de un reaccionario.
Toda esa escoria de mala fe, astuta y fraudulenta, dice ser el ejército del destino. Y pone las manos en el menú tiernamente. Reuniendo las piezas con talento. Infantes resecos. Trebejos para el drama negro previsto en el palpitar del planeta. Soldados cuyas mochilas son cuevas de víboras. Bolsillos hirvientes de debilidades y de crueldad para juzgar el firmamento. La tropa no se reduce a esto. Hay muchas otras sorpresas. Vaginas envueltas en kaftans, dormidas con una daga entre las tetas. Caprichosas, agudas. Mirando las estrellas con fiebre labial. Oliendo sándalo mientras conversan con sus vocecitas resentidas. ¡Pétalos – tic – tac – molestias en los ojos – tic – tac – tac – jubileo – tic – tac – flores - chismosas – hedor – tic – amor – tac – hedor – tic – amor – tac!
domingo, 18 de abril de 2010
Mujeres imperiales
Mis rayos X. La de las indecentes burbujitas de saliva y los ojos helados por el orgullo. Todo un puto desbarajuste montado en un torax radiante. Una rana rubia de vientre danzarín y un culo de los años cincuenta que se lleva bien con mi sofá. En un momento parece borracha, muerta y despatarrada con la blusa abierta. Luego, en un instante, le come a uno. Va con anfetaminas y cosas finas y mucha cerveza en la cocina. Sin embargo, sus tetas siempre están tibias. Con lo que están dicho el amor...
En cambio "la capitana" es mierda pura. Sus riñones están hechos puré y es una cobarde. Tiene miedo de morir como una perra en la calle. Cuando no mea sangre puede hasta ser una tipa divertida (esto cada vez es menos frecuente). Sabe herir los sentimientos. Cree que solamente por eso le gusta a la gente. Con lo que está dicho el amor...
Tenemos por último a "la cieguita de la Stratocaster", una violera que dilea y es el "cuco" de los taxis. Lleva los pedales en una bolsa de supermercado (en el fondo le da un poco de vergüenza). No es de gastar saliva y parece inofensiva pero toca con manos de mala y jala de lo peor. Una sola vez tiró unos tiros y nunca habló de los detalles. La "cieguita" es una mina bastante hostil pero es el pedazo de carnada que yo estaba esperando. Un artículo de mi gusto. Una flaca seca de piragua pero facil de empalar. Tiene la bocha en un Sony y le gusta fanfarronear del palo. Con solo llorarle un poco da de la mejor calidad y afloja el blindaje cuando logra diversión. Eso si, no le vuelvas con el mismo cuento. Es bueno cambiar los trucos, morder en otro lugar. Con lo que está dicho el amor...
P.D. Tengo miedo de morir de sed lejos de mi linda fugitiva. Sin esa estúpida estoy perdido. Esa judía magnética de corazón ligero, que se metió en mi cuerpo como cuchillo mientras reía en la oscuridad. Ni el diablo puede mejorar mi amor. Con lo que está dicho todo.